A la pregunta: «¿También vosotros queréis marcharos?», el Señor quiso que nadie olvidara el ímpetu con el que contestó Simón: «¿Cómo podremos alejarnos de ti? Tú solo tienes palabras que explican la vida». Por eso eligió a Simón como guía de los demás, justamente porque respondió con un énfasis, una entrega, una conciencia y un entusiasmo que los otros, por temperamento, no tenían --y sólo por su temperamento: no porque tuviera un compromiso moral mayor o menor--: «Tú eres piedra, te llamarás 'Piedra'». Así, un carisma es un acontecimiento que deriva del Misterio y se propone a través de una persona: esa persona conlleva un temperamento, conlleva un método determinado, y por ello una modalidad de pensamiento, una modalidad afectiva, una modalidad de vivir su creatividad en el tiempo y en el espacio. Esa modalidad revela el valor del mensaje cristiano en la trama misma de lo que nos atrae o se nos presenta como un problema o una dificultad que superar, esto es, en el ambiente. Porque la gloria de Cristo está dentro de la historia. «Pero es bonito ver cómo cuanto se dice, que parece complejo y larguísimo y se ha impreso en libros y libros y más libros, se puede resumir en pocas palabras: la encarnación, el estupor y el entusiasmo por ello; y la unidad, porque el Dios hecho hombre está presente ahora en nuestra concordia, en la unidad de nuestra compañía».