La crisis de 2009 no es la mera catarsis económica que entraña una crisis regeneradora o funcional, es la materialización de la crisis del pensamiento liberal en su triple vertiente económica, filosófica y religiosa, que ha hecho inevitable el entendimiento del problema económico como una cuestión de sentido común bajo la férula keynesiana, de la que es paso obligado la implementación y complementariedad de la política fiscal y monetaria, consecuentes a la necesidad de intervención del Estado ante el banal providencialismo de la ideología de mercado, para finalmente llevar la crisis a lo que realmente es: la necesidad de interpretar el mundo con una cultura surgida de nuevas formas de conocimiento.