La calle de nuestras ciudades está sometida a controversia al coincidir sobre ella las más diversas dudas acerca de las
variaciones que desarrolla, mientras que las innovaciones que provoca y el vigor que despliega no dejan de confi rmar su condición de vivo elemento de nuestra civilización urbana. Sometida a continua mutación, como reveladora forma de la sociedad, baluarte de la seguridad urbana o lugar del intercambio socializador, la complejidad de los factores que inciden en el proceso de formalización de una vía urbana hace cada vez más difícil acometer su proyecto con seguridad. De ahí la necesidad de diferenciar en ello las cuestiones trascendentes de las contingentes ante el importante peso que la propia constitución material de la calle toma en la satisfacción de las necesidades y en los objetivos que trate de cumplir. La profundidad espacial de la vía, la posición geográfi ca que ocupa, los efectos semánticos derivados de ella o la condición educativa que desempeña se añaden a la carga que acumula la calle moderna. Un espacio vital de nuestras ciudades en permanente confl icto entre las cuestiones que la realidad suscita y las visiones y señuelos que se entrometen.