«Si hay un Mozart de los entrevistadores, ése es Lawrence Grobel.» JOYCE CAROL OATESPacino creció compartiendo las tres habitaciones de un piso del Bronx con otras nueve personas, en lo que más tarde describiría como «la niñez de un Huckleberry Finn de Nueva York». Comenzó a beber a la edad de trece...
«Si hay un Mozart de los entrevistadores, ése es Lawrence Grobel.» JOYCE CAROL OATES Pacino creció compartiendo las tres habitaciones de un piso del Bronx con otras nueve personas, en lo que más tarde describiría como «la niñez de un Huckleberry Finn de Nueva York». Comenzó a beber a la edad de trece años. Poco después de ser admitido en la renombrada High School of Performing Arts, sus compañeros ya lo apodaban «Marlon», por Marlon Brando, aunque Pacino no sabía a quién se referían. Charlie Laughton, el prestigioso profesor de arte dramático, vio a Pacino en las escaleras de una casa de vecinos del Bronx, y sus primeras palabras fueron: «Serás una estrella». Así comenzó una amistad legendaria que ha durado toda una vida. Durante más de un cuarto de siglo, Al Pacino ha conversado en profundidad y con franqueza con Lawrence Grobel, el único que logró entrevistar a Marlon Brando. Grobel y Pacino dejan pocos rincones sin explorar. Hablan de todo y de todos. De la época en que Pacino tocaba el piano en clubes de jazz; de aquella ceremonia de los Oscar que pasó tomando tranquilizantes como si fueran caramelos; y del momento en que se dio cuenta de que sus hábitos habían comenzado a girar alrededor del trabajo y el alcohol. Pacino se ha ganado de largo un lugar en la historia del cine. Ha trabajado con la mayoría de los Grandes de Hollywood, como Francis Ford Coppola, Sydney Lumet, Michael Mann, Norman Jewison, Brian de Palma, Marlon Brando, Robert de Niro, Gene Hackman, Sean Penn, Michelle Pfeiffer, Hilary Swank, entre muchos otros. Ganador del Oscar a Mejor Actor, Pacino todavía parece preferir su trabajo teatral al cine y, cuando un guión o una obra de teatro lo emocionan, no tarda en aceptar papeles en producciones independientes. Este libro es, por ahora, lo más parecido a unas memorias que podemos esperar. «Conocí a Larry Grobel en 1979. Por supuesto, desconfiaba de él: era periodista y venía a entrevistarme, y yo, hasta ese momento, no había dado ninguna entrevista. Desde entonces he llegado a conocerlo bastante bien. A lo largo de estos años hemos compartido muchas cosas: éxitos, fracasos, situaciones maravillosas y también impensables. Nuestra amistad ha sobrevivido a todo. Y por ello estoy muy agradecido.»AL PACINO
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